Era prematuro de 29 semanas, empezaba a llamarse David y su mano de muñeco no agarró la vida. Cuando el abogado telefoneó a la madre para decirle que fue una negligencia médica la que lo mató, Araceli no preguntó por la indemnización: «¿Entonces no fui yo?».
Nació y murió en el Gregorio Marañón con la insoportable levedad de un kilogramo. La madre estuvo nueve años torturándose por el deceso del gemelo. Así que, nada más saber el motivo del fallecimiento, no preguntó por las razones jurídicas que recoge el fallo, ni tan siquiera por la forma de cobrar el dinero; sino por aquella duda que hizo que se le cayeran el pelo, los dientes y el pulso.
Como una reconfortable y terrible letanía.
- ¿Entonces no fui yo? ¿Entonces no fui yo?
No fue ella. Ni tampoco tuvieron culpa alguna las otras tres madres que perdieron a sus respectivos bebés en la Maternidad de O'Donnell. Y eso que Araceli recuerda la frase abrasiva que una doctora le tiró a la cara en Neonatología: «Esto es lo que sucede cuando no se hace bien el reposo».
No fue ella, y así lo recoge el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, que en una sentencia demoledora revela -una década después- a qué se debieron aquellas cuatro muertes de prematuros de finales de 2004, todo lo que entonces no reconoció el centro hospitalario y hoy sabemos.
Que hubo 30 casos de infección en la biberonería en tres meses. Que la contaminación se propagó a través de los paños que recubrían los recipientes y en la leche preparada del hospital, en los propios biberones y en las máquinas lavavajillas de los mismos. Que tan sólo en un día cinco bebés cayeron contaminados.
Que 11 sufrieron una infección muy grave. Que el brote era conocido desde septiembre de 2004 y aun así se siguieron admitiendo niños en los meses posteriores. Que dos prematuros murieron por la bacteria pseudomona aeruginosa y dos más fallecieron a causa de otras. Y que la muerte de David -concluye la sentencia, dándole la razón a la familia y citando un artículo científico donde se detalla el parte de bajas- cuesta la friolera de 110.000 euros. Lo mismo que un coche de esos grandes.
«El niño nació el 30 de noviembre de aquel año, en un parto gemelar. Nos dijeron que estaba fenomenal: 'Ha tenido usted un torito de un kilo'. A los 10 días ya estaba en planta y empezaron a darle los biberones. Pero justo a la mañana siguiente comenzó a tener un color verdoso, a hincharse. Acabó intubado, estuvo 17 días en coma. Yo preguntaba y me decían que a los prematuros cualquier cosita les cae mal. Murió a los 28 días de nacer»
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