miércoles, 2 de octubre de 2013

¿Y al que no le gusta el vino?

El resveratrol del vino tinto ha mostrado, en múltiples experimentos con animales de laboratorio, su potencial para proteger contra una variedad de cánceres, el infarto y otras servidumbres de la edad; de hecho, alarga la vida de ciertos organismos. Pero las cantidades de resveratrol usadas en esos experimentos implicarían en la vida real tales ingestas de vino que no hay científico ni camarero que se atreva a aconsejarlas.
Ketan Patel, Karen Brown y sus colegas de la Universidad de Leicester, Reino Unido, aclaran ahora la ruta por la que el resveratrol es absorbido y metabolizado en el cuerpo, lo que sugiere un derivado químico concreto (el resveratrol sulfato) que puede ser particularmente útil como fármaco. Presentan sus notables resultados en Science Translational Medicine, la subsidiaria de Science dedicada a los trabajos con una previsible aplicación clínica.
Multinacionales farmacéuticas como Glaxo han invertido en la compra degacelas –jóvenes y pequeñas firmas biotecnológicas asociadas a las grandes universidades norteamericanas— dedicadas en exclusiva a la generación de nuevos derivados del resveratrol del vino tinto que tengan mucha más actividad biológica que el compuesto original.
Algunas de estas moléculas han mostrado resultados muy notables en ratones para prevenir los efectos nefastos de la obesidad: síndrome metabólico, diabetes, dolencias cardiovasculares, infartos, cáncer y enfermedades neurodegenerativas. Si la vejez es una enfermedad, pasar hambre es lo más parecido a un tratamiento que tenemos para ella. Y el resveratrol aspira a convertirse en una alternativa, o al menos un complemento, a la vida sana y aburrida. 
El resveratrol está calificado en la literatura técnica como un “mimético de la restricción calórica”. Algo tan bueno como pasar hambre, y sin pasarla. El último truco contra el imperativo teológico de que hemos venido a este mundo a sufrir.
“Los datos demuestran que los sulfatos de resveratrol contribuyen a la eficacia del compuesto in vivo”, dicen los científicos, “mediante la liberación de resveratrol a los tejidos relevantes en una forma conjugada estable, lo que permite la regeneración gradual del compuesto original en ciertas células selectas”. En la jerga bioquímica, esto quiere decir que los científicos ya disponen de un derivado concreto del resveratrol que promete ser una forma de administración eficaz y estable para los pacientes del futuro. La sulfatación del vino tinto, por desgracia, no parece una idea muy aconsejable.

                                     
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/10/02/actualidad/1380729404_146339.html

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