El cacao es un fruto contenido en vainas de entre 20 y 30 granos que tienen forma de almendra, con unos 2 centímetros de largo.
La chocolatera, esa máquina que permitía batir el chocolate mientras se fundía con el calor formando tan ansiado líquido espumoso, se introdujo en Europa a través de la corte francesa. De hecho fue María Teresa de Austria, esposa de Luis XIV quien comenzó a usarla a comienzos del siglo XVII provocando que en los años sucesivos el resto de las clases adineradas del viejo continente la usaran para conseguir chocolate en su punto perfecto de calor y cremosidad.
Colón fue el primer europeo que conoció el arbol del cacao cuando en 1502 fue obsequiado en Guanaja, Honduras, con una especie de almendras que usaban como moneda los indígenas.
Existen tres tipos de cacao: el criollo que es el que tomaba Moctezumay que actualmente es uno de los más escasos; el forastero que es el más cultivado; y el trinitario que es un cruce entre los dos anteriores. En la imagen, sección transversal del fruto de la planta del cacao.
A los coruñeses se les conoce como “cascarilleiros” debido a las cascarillas del cacao, pues los habitantes de esta ciudad, cuando comenzó el movimiento comercial alrededor del cacao, le sacaban partido culinariamente hasta a esa corteza amarga del fruto.
Algunos de los principales productores de cacao son Brasil, Indonesia, Ghana, Ecuador, Malasia, Camerún, Nigeria y Costa de Marfil, aunque se cultiva en muchas otras partes del mundo por la gran demanda que existe en los países desarrollados. Tal es así que ha traspasado el mundo culinario y, como se ve en la imagen, ha llegado hasta el mundo de la moda, con trajes que rozan el absurdo fabricados con este producto alimentario, como en este caso en el Salon du Chocolat, en Zurich de 2012.
Durante los siglos XVII y XVIII nacieron en Europa y Estados Unidos las primeras fábricas de chocolate de la historia. En nuestro país, la primera factoría chocolatera está datada en Barcelona en 1780.
Según los últimos datos de consumo de chocolate, cada español deglute alrededor de 3,5 kilos anuales de este alimento, una cantidad realmente baja si la comparamos con la media de otros países europeos que superan los 9 kilos de media al año.
El chocolate contiene ácido oxálico que, cuando se asocia con el cálcio lo “atrapa” formando oxalato cálcico que no puede ser asimilado en el proceso digestivo. De ahí que no se recomiende añadirlo a la leche de los niños en etapa de crecimiento, para que puedan asimilar todo el calcio que necesitan.
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