Liz Carolina y Mariela se parecían en mucho. Niñas paraguayas, ambas de 10 años de edad. La pobreza las emparentaba, y el trabajo también. Liz clasificaba basura en el vertedero de Cateura, uno de los más grandes de Paraguay. Mariela también trabajaba para aliviar las penurias económicas de su familia. Pero las historias de una y otra no terminan de la misma manera. Mariela es parte del Programa Abrazo, y salió de la calle. Liz fue atropellada por una máquina en el lugar donde trabajaba, y murió en el acto.
El caso de Liz Carolina Villasanti puso una vez más en la agenda del país el trabajo infantil, esa realidad insoslayable que afecta a más de 420.000 niños de todo el país. "Deberían estar jugando y estudiando", reclaman las organizaciones de derechos humanos. Pero no lo están.
Mariela es una niña que ahora tiene 10 años, enérgica y alegre a pesar de su historia, habla casi gritando y juega en complicidad con sus amigas y amigos del lugar. Es hija de una humilde mujer con seis hijos. Para alivianar las necesidades de la familia, Mariela fue entregada al cuidado de su abuela. Desde los 6 años de edad tuvo que trabajar. Recientemente el Programa Abrazo le trajo a Mariela una luz de esperanza cuando la abuela visitó el centro y aceptó la invitación de inscribir a Mariela en el programa. Desde entonces, Mariela estudia y se divierte... y no trabaja. Sus notas en la escuela repuntaron notablemente. Es uno de los ejemplos que se narra desde lo positivo.
Sin embargo la realidad es bien distinta. En Paraguay, más de 416.000 niños, niñas y adolescentes -el 22,4% del total- se encuentra en situación de trabajo infantil, y la mayoría de ellos realiza trabajos infantiles peligrosos, según la Encuesta Nacional de Actividades de niños, niñas y adolescentes 2011, publicada por el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) en 2013.
Infancia entre basura
A pocas horas de la muerte de la niña, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en Paraguay lamenta públicamente que siga habiendo muertes de niños, niñas y adolescentes que realizan distintos tipos de trabajo en el país. "El último caso registrado esta semana, el de una niña de 10 años de edad que falleció aplastada por una maquinaria pesada en el vertedero de Cateura, en Asunción, demuestra que niños y niñas continúan trabajando en ese lugar, buscando productos reciclables entre la basura, poniendo en riesgo su salud, seguridad y su vida misma", señala Diego Brom desde el área de Comunicación del organismo.
El caso, que no es el primero que se registra en los últimos tiempos, es más que preocupante porque la recolección de desechos y materiales reciclables constituye uno de los tipos de trabajo infantil peligroso, y está expresamente prohibido para los menores de edad según un decreto que data del año 2001. "Unicef considera importante que las autoridades velen porque estas situaciones no se vuelvan a repetir, haciendo cumplir la legislación que prohíbe el trabajo a niños y niñas de menos de 14 años de edad, y protegiendo las condiciones de los adolescentes que realizan estas labores, asegurándoles que asistan a la escuela periódicamente y desarrollen tareas acordes a sus capacidades físicas e intelectuales", acota Brom.
Y mientras los organismos bregan por el fin del trabajo infantil a través de los medios de comunicación, el padre de la pequeña fallecida cuenta la forma en que murió su hija. "Ella estaba recogiendo la basura con otros niños cuando se quedó atascada con un hule negro. Fue en ese momento que la topadora le pisó; le apretó la rueda de la máquina con la basura. Así murió mi hija, entre la basura", llora Julio Villasanti.
Liz Carolina no estaba sola. Acompañada por un grupo de 10 niños, buscaba entre la basura algún objeto reciclable que pudiera vender. Los vecinos, indignados, manifestaron a viva voz que las máquinas trabajan en el vertedero a pocos metros de los niños. Así, le dieron muerte a Liz.
En el otro extremo de la ciudad, Mariela continúa asistiendo a clases, y es parte de un trabajo social que permite que su abuela concurra a charlas, talleres y estrategias para salir adelante económicamente. Pero lamentablemente, no es un fiel reflejo de la realidad paraguaya en materia de trabajo infantil.
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