El Parlamento Europeo ha vivido esta mañana un bronco debate a cuenta de la reforma del aborto en España. La Cámara se ha divido en dos partes: la izquierda y los liberales, que pedían al Gobierno de Mariano Rajoy que retire el proyecto porque viola los derechos de la mujer, frente a la derecha y los euroescépticos, que defendían el derecho de cada país a legislar sobre este asunto como crea oportuno. Las intervenciones han sido muy apasionadas, con alusiones al totalitarismo, a la hipocresía y con numerosas pancartas y chapas que defendían el respeto a la libertad de la mujer.
La mayoría de los eurodiputados que han intervenido en contra del proyecto de Rajoy han defendido que el retroceso en esta materia compete a toda la Unión Europea. Por ello han pedido al Ejecutivo comunitario que regule unos mínimos. Sin querer aludir a un asunto completamente alejado de sus competencias, el comisario de Transportes, Siim Kallas –sustituía al comisario de Salud-, optó por una genérica defensa de la igualdad en el acceso a los sistemas sanitarios. “La UE no tiene competencias en políticas de aborto y no puede interferir. Está comprometida, eso sí, a acabar con cualquier tipo de discriminación”, dijo ambiguamente.
Esa tibieza se vio ampliamente compensada con la pasión que empleó el resto de intervinientes. “Estoy contentísima de proceder de un país donde el aborto y es legal y seguro y gente como usted no tiene que decidir sobre mi cuerpo o mi vida”, le espetó la liberal holandesa Sophia in’t Veld al lituano Rolandas Paksas (del grupo de populistas y euroescépticos), que había reclamado “el derecho de los padres a criar a sus hijos sin la intervención del Estado”.
“El patriarcado fundamentalista ultracatólico pretende imponer un retroceso sin precedentes en España”, argumentó Willy Meyer, de la izquierda unitaria. Con una pancarta que exhibía el lema “Nosotras parimos, nosotras decidimos”, Meyer lamentó la alusión que había hecho el polaco Ryzard Antoni Legutko (conservador) a un reciente informe sobre salud reproductiva que el Partido Popular Europeo rechazó votar. Legutko consideró “asqueroso” ese informe, unos términos que a Meyer le parecieron “de ultraderecha y fascismo”.
La diputada autora de ese documento, la portuguesa Edite Estrela, lamentó el rechazo a su texto y se declaró “solidaria con todas las mujeres españolas porque lo que ocurre en España afecta a todas las mujeres”. Estrela aseguró que hace años, cuando el aborto no era legal en Portugal, las mujeres con dinero acudían a España a abortar y que ahora ocurrirá lo contrario si España aprueba su ley.
La socialista Iratxe García fue una de las más enérgicas. “Europa no puede permanecer impasible mientras el Gobierno de Rajoy pretende acabar con décadas de lucha por los derechos de las mujeres”, dijo a la Cámara. En su opinión, “la ley propuesta obliga a todas las mujeres a ser madres, aun cuando no lo deseen”. Y concluyó: “Me niego a que las próximas generaciones tengan menos derecho que nuestras madres”. Su compañera de filas María Muñiz se dirigió a la eurodiputada que en ese momento presidía la sesión en Estrasburgo para sintetizar lo que, en su opinión, supone la reforma española: “Si usted fuera española, Rajoy le diría: “puede presidir el Parlamento Europeo, pero sobre su cuerpo mando yo”.
Teresa Jiménez-Becerril, del Partido Popular, se hizo eco del derecho de los Estados miembros a regular esta materia y rechazó que la norma que pretende aplicar el Ejecutivo español atente contra los derechos de la mujer. “No ha habido aquí una palabra para defender el derecho del no nacido”, se quejó. Con argumentos similares, Edit Bauer, compañera de grupo eslovaca, resumió: “No podemos recomendar cuestiones que son a veces inaceptables en algunos Estados miembros”.
“El proyecto de Rajoy nos remite a las tinieblas de la historia”, destacó la diputada francesa socialdemócrata Pervenche Bères. Christine Vergiat, de la izquierda unitaria, recordó que solo tres países tienen una ley del aborto restrictiva (Malta, Irlanda y Polonia) y que lo que España propone ahora es “ir 30 años atrás”.
El debate se vio en ocasiones interrumpido por las protestas ante las pancartas que había en el hemiciclo, por acusaciones de favoritismo a la diputada que lo presidía y por apelaciones al procedimiento para que representantes que ya habían intervenido no volvieran a hacerlo. Aunque la discusión no tiene consecuencias prácticas –no hay resolución ni voto-, la izquierda y los liberales han logrado situar el aborto español en el centro de Europa y han promovido una campaña de recogida de firmas entre los eurodiputados que podría devolver la cuestión al debate formal.
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