La cólera vecinal estalló en la noche de este sábado por segunda vez en el barrio Gamonal de Burgos. La ira en contra de la remodelación de un bulevar se materializó en las marquesinas de autobuses, en los contenedores de basura, en las cabinas telefónicas despojadas de sus cristales y en dos sucursales bancarias destrozadas por las piedras lanzadas. La policía respondió con varias cargas, en unos incidentes que se han saldado con 23 detenidos, 8 de ellos menores de edad, y 12 heridos leves: 8 manifestantes, 3 policías y un bombero, según el Diario de Burgos. Por otro lado, 16 de los detenidos la noche del viernes han sido puestos en libertad provisional.
Los vidrios desparramados todavía crujían al paso de los viandantes,tras la primera protesta violenta, ocurrida en la madrugada del viernes, cuando 300 personas se enfrentaron a la policía y 17 fueron detenidos. Hacia medianoche, la batalla campal seguía en la calle Vitoria, la arteria que une al barrio con el centro de la ciudad.
“¡Fuera de aquí, la calle está cerrada!”, gritaba un agente antidisturbios. Y, sin dudarlo, un segundo después, sacó su porra y comenzó a perseguir a un joven, hasta alcanzarle en las piernas y tirarlo al suelo. “Cobardes. No saquen las pelotas de goma, ni se protejan con esos escudos. Son unos aprovechados”, exclamaban algunas de las decenas de personas desde la otra acera. Seis policías esperaban en cada esquina. Se cubrían, se escondían. Hasta que otra pierda caía delbando contrario. O hasta que algún burgalés los volvía a desafiar: “Hijos de puta, lárguense de nuestro barrio”, gritaban. Una vez iniciadas las cargas, no importaba quién estuviera en su camino. Muchos vecinos optaron por abrir sus puertas para refugiar a los que corrían, mientras otros gritaban por sus ventanas y hacían sonar sus cacerolas. El barrio de Gamonal estalló de nuevo.
Los agentes llegaron a la protesta pasadas las diez de la noche, tres horas después de que más de 500 personas, desde jóvenes con las caras cubiertas, hasta adultos de más de 70 años, recorrieran el trayecto hacia la comisaría de la Policía Nacional. Todos corearon gritos ensordecedores y lemas exigiendo la libertad de los detenidos el viernes. Luego regresaron a la calle en cuestión. No importó que varios grupos de personas intentasen una manifestación pacífica, muchos pidieron que no quemasen contenedores y hasta los recogían una vez en el suelo. Al final, aproximadamente 30 jóvenes, repitieron los hechos de la noche anterior.
Y es que Gamonal está enfurecido. La calle de Vitoria ya no cruza la ciudad: desde el pasado jueves, el tramo que une las calles de Santa Bárbara y Juan Ramón Jiménez está cortado por las obras. La reforma es el tema que domina cada conversación. Basta con recorrer la arteria de este barrio obrero, conformado por bloques de edificios altos, para escuchar el descontento de los burgaleses. Todos quieren hablar. Todos quieren denunciar. Pero casi ninguno se atreve a dar su nombre. “Le tenemos miedo a la policía. Nos tienen vigilados. Ayer [en la manifestación] nos señalaban y nos decían 'te he visto, te conozco y te tengo'”, confiesa E.P.R. una chica de 35 años que está en paro. Y el hecho es que mientras un grupo de 50 personas se reúne para comentar las protestas una furgoneta de la Policía Nacional se detiene. Los agentes observan y toman fotos. “¿Ves?”, señala uno de los presentes, “somos un pueblo y nos conocen a todos”, zanja.
La reforma de la calle de Vitoria prevé la construcción de un bulevar de un carril por sentido, que sustituirá los cuatro existentes ahora. Se dejará una pista reservada a las bicicletas, se eliminarán las plazas de aparcamiento y la vía tendrá acceso restringido para autobuses, taxis, ambulancias y residentes. Los burgaleses reprochan el alto coste de la obra: 13 millones de euros. Protestan porque no tendrán lugar para dejar sus coches, pero lo que más los encoleriza es que, en una ciudad con 18.000 parados, la prioridad del Ayuntamiento sea esta reforma. “Tenemos mucho paro juvenil, muchos jubilados. Hay demasiadas lágrimas en este lugar. Es nuestro barrio y un bulevar no es lo que necesitamos”, protesta a gritos un hombre octogenario de la zona. La reforma incluye también un parking subterráneo, donde cada plaza costará 19.800 euros por una concesión por 40 años. “¿Quién puede pagar esto? Ya verás el caos que tendrán las otras calles entre el tráfico y los lugares que nos inventaremos para aparcar los vehículos”, denuncia sarcásticamente Manolo Alonso, otro hombre del lastimado barrio Gamonal y uno de los principales convocantes vecinales.
La rabia de los residentes es tan grande que, pese a declararse en contra de los enfrentamientos violentos del pasado viernes, llegan hasta justificar, tímidamente, los actos vandálicos. “Parece ser la única manera de que nos hagan caso”, confiesa más de un vecino entre resignación y amargura.
“Es una obra que no queremos. ¡Es que no la queremos!”, sentencia Ana Moreno, una de las promotoras de la plataforma Bulevar Ahora No. Esta organización se creó en mayo de 2013 con la ayuda de la Federación de Vecinos Francisco de Victoria, de otras asociaciones del barrio y con el apoyo de Izquierda Unida. Todos con el objetivo de poner fin a esta obra. “Pero nunca nos han querido escuchar”, explica Moreno, quien asegura haber solicitado “por todas las vías posibles” una entrevista con el alcalde Francisco Javier Lacalla (PP), que hasta la fecha no los ha recibido. El Ayuntamiento tampoco ha querido contestar a las preguntas de EL PAÍS. La plataforma celebró su última manifestación el día 7 de enero. “Nos sentimos desprotegidos, desprestigiados y vecinos de segunda categoría”, exclama Moreno sin titubear.
Bulevar Ahora No se disolvió el viernes, antes de que se produjeran los incidentes. “Ya no podíamos hacer más. Nuestro objetivo era concienciar a los ciudadanos, y ya lo habíamos logrado. No conseguimos nada por las vías institucionales y no podemos apoyar a grupos violentos”, afirma Raúl Salinero, concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Burgos.
Muchos no quieren que se repita lo del viernes, no quieren ver contenedores incendiados, ni vecinos que se encierran en casa por miedo, o deben correr a mover su coche para salvarlo de las llamas. Pero casi todos los vecinos del Gamonal están seguros que no se rendirán. “Seguiremos hasta que ese agujero se vuelva a tapar”, aseguran los protestantes.
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