El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, o TDAH, es el trastorno psiquiátrico más común en la niñez. Los científicos no saben qué lo causa, pero sí que la genética interviene en ello. Otros factores de riesgo han sido también identificados. Entre ellos cabe citar al nacimiento prematuro, un peso bajo al nacer, el consumo de alcohol o tabaco por parte de la madre durante la gestación, y exposiciones ambientales a sustancias con efectos tóxicos como el plomo.
El TDAH se caracteriza por una clara hiperactividad, una incapacidad para concentrarse en la tarea que se está realizando, dificultades para prestar atención, y comportamiento impulsivo. Además, el proceso normal de maduración del cerebro se retrasa en niños con TDAH.
Muchos individuos con TDAH también experimentan dificultades para dormir y trastornos del sueño. De hecho, se ha demostrado que las terapias para ciertos trastornos del sueño y los tratamientos cronobiológicos encaminados a restablecer los ritmos circadianos normales, incluyendo terapia de exposición a la luz, mitigan los síntomas del TDAH.
Algunas estimaciones sugieren que el promedio en la incidencia mundial del TDAH está entre el 5 y el 7 por ciento, aunque varía mucho según la región. Una simple inspección visual de mapas, confeccionados a partir de datos de los Centros estadounidenses para el Control y Prevención de Enfermedades y datos del Departamento de Energía de Estados Unidos, en los que se muestran las tasas de incidencia del TDAH en cada estado y las intensidades de la luz solar a lo largo y ancho de la geografía de ese país, revela una intrigante correlación entre incidencia del TDAH en cada zona geográfica e intensidad de la luz solar en ella.
Ante la sospecha de que hay una relación entre ambas cosas, el equipo del Dr. Martijn Arns, del Instituto Brainclinics de Investigación en Nijmegen, Países Bajos, llevó a cabo una investigación sistemática sobre esta cuestión. Arns y sus colaboradores recopilaron y analizaron la información contenida en diversas bases de datos de Estados Unidos y otros 9 países, y encontraron una relación clara entre la intensidad solar y la incidencia del TDAH.
Aún teniendo en cuenta los factores que se sabe que están asociados con el TDAH, se mantiene esa correlación con la intensidad de la luz solar. En las regiones con una alta intensidad de luz solar examinadas en el estudio, de dentro o fuera de Estados Unidos, hay una incidencia baja del TDAH, lo que sugiere que una alta intensidad de luz solar podría ejercer un efecto “protector” contra el TDAH.
A fin de delimitar mejor esa aparente relación entre luz solar y TDAH, los autores del estudio también compararon intensidades de luz solar con cantidades de diagnósticos de autismo y de depresión mayor. No hallaron dicha relación en el caso de estas dos afecciones mentales.
La relación con la intensidad de la luz solar parece pues ser específica del TDAH.
Esta asociación resulta intrigante, y la pregunta obvia es: ¿Los climas soleados reducen la gravedad o la cantidad de casos del TDAH? Y si es así, ¿cómo?
Como con todo estudio científico que discurre por un terreno nuevo, se necesitará investigar más antes de extraer conclusiones del hallazgo. Tal como advierten los autores del estudio, lo descubierto refleja solo una asociación, no una relación inequívoca de causa-efecto, entre el TDAH y los niveles de intensidad de la luz solar, de modo que ninguna familia preocupada debería mudarse a regiones soleadas solo por creer que el clima en ellas mitigará los síntomas de TDAH de su retoño.
El estudio, en el que también han trabajado Kristiaan B. van der Heijden, L. Eugene Arnold, y J. Leon Kenemans, se ha presentado públicamente a través de Biological Psychiatry, que es la revista académica y oficial de la Society of Biological Psychiatry (Sociedad de Psiquiatría Biológica), y se edita a través de la conocida editorial científica Elsevier.
No hay comentarios:
Publicar un comentario